Después de hacer de su vida el peor de los castigos autoimpuestos, se sacó los zapatos y los calcetines, caminó hasta la bañera; mientras buscaba en el botiquín, vio su reflejo le sobrevino una fuerte necesidad de hablar con alguien. Ansioso, dejó la bañera a medio llenar, tomó su abrigo y se puso unas pantuflas, corrió al refrigerador, destapó una botella de vodka, pero no bebió nada, sólo la llevó consigo. Rápida y cuidadosamente abrió la puerta y sailó, sin hacer ningún ruido, puesto que eran las 3 de la madrugada, los perros de su vecina se alarman con facilidad.

Ya fuera de su casa, puesto que en ningún lugar encontraba hogar, caminó. A través del camino vio cómo se encendían y apagaban las luces de las casas, unos salían a trabajar a las maquilas a esa hora, otros regresaban de trabajar, otros salían a fumar, y otros, simplemente no podían dormir, y caminaban en la acera, esperando encontrar a alguien.

El hombre fracasado, cansado de vivir, y cansado de su vida, de su forma de vivir, había perdido las ganas de vivir, y se dejó llevar por la corriente, lo que trajera la vida, sería lo que él necesitaría, los eventos, hechos, aventuras (para él, las aventuras no eran más que sucesos que sucedían), toda clase de experiencia él la había vivido, todos y cada uno de los placeres de la vida, había tenido tantas amistades, esposa e hijos, padre y madre, incluso un perro. Todo se le escurrió por las manos, él lo dejó ir todo, ya había tenido suficiente de todo, según él, necesitaba descansar un tiempo en las manos de la necesiad de algo.

Pero fracasó, y ahora está atado a su memorable casitgo.

Después de caminar un par de horas, se encontró con el amanecer, al final de la calle, donde sólo habían plantaciones de maíz, se asomó la luz del sol, que destelló y lanzó cristales de paz sobre el fracasado señor. Pasamado quedó, sabía que algo había cambiado, sabía que podía seguir así, buscando lo que lo hiciera sentir en paz, fue así como sacó su botella de vodka y bebió un trago, en la soledad, el silencio y la paz de un nuevo amancer. Decidió dibujar la escena con que se había topado, en su pasada vida, él había sido un muy buen dibujante, así que captó toda la esencia de esa imagen.

Al voltear su mirada, decidió caminar a su derecha, y caminó.

La última vez que lo vieron ahí fue ese día, jamás regresó.

15 años desupés, cuando ya otra persona habitaba su casa, llegó un paquete, no tenía destinatario, sólo la dirección de la casa y en letras grandes decía "Disfrútalo".

Don Ruano, quien habitaba la casa, son su esposa Dolores y su perro, tomó el paquete, lo abrió y encontró un antiguo, pero elegante álbum de dibujos, y un sobre que no abrió. Inmediatamente se puso a admirar las impresiones en papel de una muy exquisita mano. Lo primero que vio fue un amanecer, en un campo de milpa, que se titulaba "El nuevo amanecer de un fracasado". Así siguieron las imágenes: una familia de vagabundos que sonreían y alegraban, tres perros que parecían mirar detenidamente un magnífico paisaje, un águila que alimentaba su pichón, un antiguo sillón con un gato durmiendo, una guitarra abandonada. Así continuaron las bellas imágenes trazadas a mano, y al final, la última imagen, mostraba una botella de vodka, vacía, y se titulaba "un brindis, por cada imagen".

Don Ruano quedó admirado por esta obra de arte, su corazón latió más rápidamente, se le secó el paladar y se conmovió su mirada, y abriendo el sobre leyó "A veces, el fracaso nos lleva a hacer las mejores cosas en nuestra vida, esto es lo mejor que logré hacer. Fui un fracasado, que sintió que era hora de cambiar."

Don Ruano destapó una botella de vodka, se sirvió y brindó en nombre de todos los que se levantan después de fracasar, y hacen las mejores obras de arte en la vida. Estas son las obras y personas que en verdad valen.

¡Salud!