jueves, diciembre 15, 2011

Poema: Melancolizado.


Después de formar un lazo,
seguido del tiempo y empeño,
de dar a torcer tu brazo,
tras unir realidad y sueño,
después de tantos lamentos,
su carisma se hizo desdeño,
tú te hiciste de quebrantos,
quedaste como un ser barreño...

Eterna melancolía
y calma efímera,
vas preso en tu esfera,
has creado tu pesadilla.
Cargas una vida enferma
de pena y dolor,
con gran desamor,
melancolía eterna.


Dedicado a aquellos que dedican su vida a la melancolía, aquellos que prefieren el quebrantado y doloroso recuerdo de un supuesto amor perdido, en lugar del bienvenido recuerdo de todo lo bien que hicieron y vivieron durante el mismo.

martes, diciembre 13, 2011

Cuento: Adiós.

Tuve que subir hasta Fraijanes para ir a dejar a unos amigos, y como ya estaba con ciertos grados de alcohol encima no pensé en las consecuencias de irme sin forma de regresar.

Y ahí estaba a las 10:00 p.m. caminando en la acera, con solamente cinco quetzales en la bolsa, a varios kilómetros de mi casa, y sin teléfono porque me habían asaltado. Ya había avisado en mi casa que llegaría tarde, así que nadie tenía un motivo de preocupación para conmigo.

Esta fue, es y seguirá siendo la historia de lo que pasó esa noche, quizá fatídica, quizá milagrosa o tal vez, una noche etílica.

Caminaba viendo pasar los carros, entreteniéndome contando escarabajos (entiéndase el carro VW clásico), arrancando hojas de los árboles que me encontraba, recordando aquella tarde de tragos, pensaba en chistes que había contando, que me habían contado, en mis amigos y en ella.. (pero esa es otra historia). Era tal mi aburrimiento que fijaba mi vista en algún punto al que tenía que llegar, calculaba algún número y luego contaba los pasos para notar si acertaba; las primeras veces fallé, pero fui mejorando.

Después de una gran cantidad de pasos, y quizá una hora de camino dejé de pensar, mi mente estuvo en blanco un buen rato, sin estar consciente de lo que pasaba a mi alrededor simplemente caminaba, deseaba caminar y deseaba más aún llegar a mi hogar. Fue el momento en el que empecé a imaginar que mi hermano pasaría por ahí, conduciendo, me vería y nos iríamos a casa tranquilamente. Jamás creí en milagros, pero dio la casualidad, una muy extraña por cierto, en la que a nivel la zona diez de la capital alguien se asomó a mis espaldas: sí, era mi hermano.

Él iba a pie, así que nos encaminamos al hogar, charlamos un rato, me contó que había estado con unos amigos en una fiesta, y que no se había llevado el carro, por eso mismo iba a pie, así que decidió tomar un taxi a casa, pero en el momento en que me vio prefirió irse caminando conmigo, así que eso hicimos... caminamos hasta nuestra casa.

Después de unas cuantas horas de reírnos, recordar momentos de nuestra infancia, hablar un poco de buena música, compartir unos cuantos cigarros y pasar un excelente rato caminando, llegamos a nuestro hogar. Pero mi historia, la historia que llevaré toda mi vida, a penas comienzó acá.

La policía estaba en la casa, ruido, llantos y ajetreo reinaban en el lugar... cuando vi a mi mamá con lágrimas en los ojos me confundí aun más. Ella corrió hacia mí y me abrazó, a penas podía hablar, la tristeza y el dolor se sentían en su aliento y en sus lágrimas. Entre dientes y tartamudeando trató de explicarme: mi hermano había muerto hacía unas 4 horas, un delincuente que había robado un taxi y escapaba de la policía lo atropelló en la zona 10.

Yo no lo creía, volteé para buscarlo... lloré... me hinqué... y hoy, 25 años después, aún lo sigo buscando.