domingo, enero 05, 2014

Cuento: "La Chiky"

Iba tarde a la U, como de costumbre.

Paso comprando, con el chiclero (era de esos chicleros que tienen hielera y todo), un cigarro, una leche chocolatada y una galleta chiky; no pensaba correr para entrar al aula si ya iba retrasado. Si voy a hacer algo cagado, que sea masivo.

Me echo el cigarrito en la entrada del edificio, puedo ver la puerta de la clase desde ahí, con la esperanza de verla vacía, la esperanza de que algo misterioso y desconocido hubiera confabulado para que no se llevara a cabo la cátedra ese día. Pero no. Ahí estaba, todo el mundo, dentro de la pinche aula.

Me termino la leche chocolatada, el último jalón al cigarro, el golpe, exhalar y caminar hacia la clase. ¿por qué? porque es derecho estudiantil el poder entrar en cualquier momento.

Mentira, me entró un mensaje en el que decía que habría examen corto al final de la clase, con cierta ponderación para el examen final.

Al entrar, hacer un gesto de 'permiso', recibir la retribución con un gesto de 'ingrese rápido y sin ruido', buscar un puto pupitre en esta confinada clase (como cosa rara todos entran a clase hoy), me logro acomodar entre dos desconocidos (casi no entro a esta clase, muy temprano), pupitre contra pupitre, codo contra codo, lado a lado.

Me relajo, abro un cuaderno, cual pantomima para tomar nota de la clase, y paso así un rato. Veo mi galleta chiky sobre la paleta del pupitre, la abro y tomo una (la que viene doble, no la que va suelta), tengo mi hambrita.

A continuación, el sinvergüenza que estaba a mi lado tiene el descaro de tomar una puta galleta y metérsela a la trompa, de lo más campante. Ay cerotío.

Me calmo, ya que no me pueden sacar de clase, tengo que hacer el examen corto. Agarro otra galleta (esta vez la que estaba suelta, no la doble) y me la como aguantándome las ganas de verguearlo. La mastico con furia paranoica. Sin embargo, dejo las galletas sobre la paleta, para retarlo, retarlo a que tome la otra galleta el pisado.

Iba a medio masticar el bolo alimenticio de galleta en mi boca, cuando el hijo de la gran diosa puta agarra la última galleta, la doble, la que viene pegada chocolate contra chocolate. La separa y me da la mitad, y todavía se sonríe. Maldito de mierda. Ya lo morongueaba pero el catedrático empezó a dictar las preguntas del examen corto.

Apresurado me puse a buscar un lapicero en mi bolsa. Pero no encontré un lapicero ahí, encontré la galleta que había comprado.

Soy una mierda. Aún hay gente talega en Guate.