Es importante, para mí, poder entablar una narración que entregue al lector una cómoda mezcla de ritmo, belleza e intriga, al mismo tiempo que sea un medio de reflexión y comprensión de lo que se está sintiendo o viviendo pero aún no se comprende totalmente. Este lector idealmente soy yo mismo, y la narración es usualmente un ejercicio de aprendizaje. ¿Por qué? Porque me parece muy gratificante creer que así me entiendo mejor a mí mismo, me conozco mejor, o al menos, entiendo mejor lo que creo ser; porque lo que conozco como "yo mismo" ha transitado el cambio de la transformación, la evolución y la reinvención.
Para intentar describir(me) he usado verios métodos, perspectivas, contextos y bibliotecas que se originan fuera y dentro de mi cuerpo y mente. Esta descripción es, por lo tanto, y fundamentalmente, la atención enfocada en un grupo de sensaciones y experiencias, que a su vez funcionan como tejido sobre el que procesos biológicos y lingüísticos articulan conceptos dinámicos que se concretan en mi identidad.
No puedo evitar sospechar que esta identidad está siendo planeada y guiada desde una esfera más amplia que aún no puedo incorporar en mi batería de experiencias inmediatas. Pero es una sensación permanente subconsciente. Y hacia ahí va la identidad, hacia el contacto con este poder que guía los pasos que da el corazón, el cuerpo y el pensamiento.
Previamente estas transformaciones de identidad han girado alrededor del corazón y del amor, especialmente para resaltar las enfermedades emocionales que se reflejaban en relaciones humanas; posteriormente fue el tubo gastrointestinal quien manifestó el nuevo giro en identidad, resaltando la relación viciosa que mantengo con el ecosistema no humano; luego fueron los pies quienes sostuvieron la nueva gestión de la identidad, exponiendo la profunda desconexión que existía entre los mismos componentes del cuerpo físico, emocional y mental, o dicho de otra forma, los pies me mostraron toda la ficticia compartimentalización de órganos y sistemas biológicos, me mostraron la inmensa unidad que es uno mismo y el poder inminente de creerlo profundamente, nada está separado se nadaen este magnífico cuerpo y mente.
Y actualmente la nueva desintegración y reorganización de identidad viene de la metafísica experiencia de la paternidad, viene de la biológica función de la reproducción. Proceso que pronóstico durará mucho más que todo lo que tardó el corazón, el intestino y los pies. Y este es el primer párrafo de la narración de una nueva identidad, donde se me ha revelado que uno mismo es también muchas más personas más, empezando por la familia.
Y qué trágico es entender esto visceralmente, porque es desde esta experiencia de donde vengo, de donde venimos todos. Porque es una identidad que ha estado siempre sosteniendo mi existencia pero que no había podido elevar conscientemente al concepto de mí mismo. Y me revuelve el interior sentir y pensar en mi niñez, en mis progenitores, y en esa rebeldía de querer separarme de lo que ahora es el cimiento de en lo que me estoy convirtiendo.
Es importante esta narración.
Tanto perdón qué pedir y tantas gracias qué dar. Tanto perdón qué sentir y tantas gracias qué acuerpar. Tanto perdón que ser y tantas gracias qué compartir.
Esta identidad está intentando inyectar al subconsciente todo este progreso corporal, emocional y mental.