Escuché el resbalar chillante de los neumáticos sobre el terreno de grava, percibí la inmaniobrabilidad del volante y sentí el momento exacto en el que se levantaban los neumáticos izquierdos provocando la inconfundible sensación de empuje durante un abrupto cambio de dirección. Giraba y giraba mientras yo golpeaba contra cristales rotos, plásticos fundidos, metales contorsionados, sujetado al cinturón de seguridad que rompía mi clavícula y mis costillas.
Limpiando la sangre de mis ojos y escupiendo la bilis, percibí el penetrante olor a gasolina entre el aroma a frenos quemados, neumáticos chamuscados, orín involuntario y el alcohol que llevaba.
Limpiando la sangre de mis ojos y escupiendo la bilis, percibí el penetrante olor a gasolina entre el aroma a frenos quemados, neumáticos chamuscados, orín involuntario y el alcohol que llevaba.
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