«Nosotros» iniciamos en las indescifrables dudas, dudas constituidas de «cómos», «por qués», «dóndes», «cuándos», «cuáles», y un único «qué»; empezábamos ahí, en ese «qué» mutuo y compartido, exacta y precisamente ahí, frente a frente, en nuestras ideas e imaginaciones, en nuestras miradas enredadas, en nuestros labios secos, en nuestra respiración inconstante, a cien centímetros de distancia, cien centímetros de dudas, dudas entre las que, inequívocamente, en el centro de los cien centímetros, en donde se entrelazaron nuestras piernas, a los cincuenta centímetros, yacía un «pero», un «y si», y un «sin embargo».
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