lunes, octubre 11, 2021
Texto: "Duelo y luto".
miércoles, julio 21, 2021
Cuento: “Encuentro”.
Durante el camino hay un pequeño tramo, una curva que asciende de oeste a norte. En las noches es una callecita oscura, sin alumbrado público, ni pavimento. En el suelo hay rocas, arcilla y un área que parece tener cientos de pañales enterrados que sobresalen cuando llueve. En el límite cóncavo hay una propiedad igualmente oscura, de ladrillo, lámina y barro. Tiene un bosque de pinos cerca y abundantes matorrales en su extensión, densos, húmedos y negros.
Una madrugada, corriendo, crucé por ese tramo del camino. Eran pasadas las cuatro de la madrugada, un cielo nublado y la Luna ausente. Todo oscuridad.
Mi cuerpo inició una reacción conocida de temor, nerviosismo, vibración y excitación. Aumentó la claridad de mi visión, electricidad recorría toda mi piel y podía sentir los cabellos de punta. Continuaba corriendo en ascenso pero mi respiración y latidos solo respondían al miedo creciendo sin nombre, sin explicación más que ingresar a tal oscuridad del sendero.
La mente seguía serena.
Con mi vista periférica alcancé a ver una silueta que bien asemejaba a la estructura de un perro pero igualmente podría haber sido un gato o una enorme rata o una cabra... no tenía pelo, lo que veía me parecía ser piel, clara y con apariencia dorada muy tenue. Corría a mi izquierda, ligeramente más veloz que yo, lo vi acercarse pero me resistí a voltear a ver. Uno, dos, tres, cuatro pasos y la sentía encima, volteé vista y cuerpo, y me detuve en seco.
No había nada.
miércoles, enero 27, 2021
Cuento: "Chasquido en el ensueño".
Un instante duró el trance, la realidad alrededor se descompuso instantáneamente, toda sombra y toda luz adoptaron un orden alternativo que he podido observar unas pocas ocasiones en el transcurrir de mi vida. La consciencia recibe hondas cantidades de información interior y exterior en un momento veloz.
Todo comenzó a reordenarse, todo se volvió lento de nuevo, y volví a ver la luz de la Luna como tal, los árboles, el río y el puente. No tuve ni tiempo de perder el equilibrio.
Llegó a mi mente la imagen oscura de un boxeador pardo de guantes marrones, una melodía temeraria pero triste y desenamorada, un olor a manía o a quemado, recuerdo claramente que así olía mi padre.
Dos pasos más y el corazón burbujeaba de emociones libres de explicación idiomática, yo tenía la certeza que eran reacción de la información que el trance trajo, pero eran irrastreables e incomparables. Un llanto a medias que sacudía con la risa y la calma sumergida entre la dicotomía de seguir caminando o quedarme quieto.
Dos pasos más después y todo se desintegró igual que como vino, paroxístico. Un chasquido.