sábado, octubre 30, 2010

Historia de una niñez

Y sí, nos quedamos en la terraza con mis dos hermanos, Pablo y Olga. No sé qué le pasó a mi mamá, si se fue al mercado como solía hacerlo, sin falta a las diez de la mañana, o si simplemente estaba ya harta de nuestro alboroto; en especial el de pablo, que no paraba de joder.

Como sea, nos quedamos afuera, al aire, bastante alegre porque nos poníamos a jugar con la tierra de las macetas, tenta, gallina ciega. Mi hermana Olga tenía unos 5 años entonces.

Después de una hora de andar papaloteando y lanzándole piedras a la gente que pasaba por la banqueta, a esta niña, mi hermana Olga, se le ocurre aflojar el esfinter y ya no se aguantaba las ganas de hacer popó. Y empieza a lloriquear y a gritar, berrinche, jodedera y que la gran puta, no se caballa la ishta fregada.

Ya andábamos algo desesperados de andar ahí afuera, y ni a patadas se abría la jodida puerta, y la patoja seguía llorando y gritando que quería hacer caca; y se acerca mi hermano y dice "cagá en esos periódicos", y ni dos veces era de decírselo, se pone a hacer popó ahí; qué alivio, se notaba la satisfacción en la cara de mi hermana, nunca la había visto con esa expresión, y el popó sonaba al caer sobre las hojas de periódico.

No recuerdo ni cómo se limpió, pero recuerdo que Pablo (mi hermano) agarró el periódico y envolvió la caca y la lanza al patio del vecino, y nos atorábamos de la risa, pasamos así como cinco minutos, se me salían las lágrimas, sentía cómo se contracturaban los músculos del abdomen, y veía a mis hermanos volstéarse en el suelo de tanta risa.

Silencio.

Era mi mamá que había abierto la puerta de la terraza y salimos corriendo hacia dentro de la casa; a eso de las 5 de la tarde se enteró de la caca en el patio de Dona Nora, y la puteada y pateada que nos pegó mi papá no me hacía olvidarlo, y me seguía atorando de la risa.

"Patojos pizados de remierda, quién putas les enseñó a hacer esas patanadas... Vos Pablo, ishto desgraciado, qué putas pasa con vos"...

A mis 47 años, me sigo cagando de la risa cuando hablamos con Olga; hasta mi mamá se ríe.

martes, octubre 26, 2010

Historia corta de una tarde de regreso.

Son ya las seis y media de la tarde y decido cruzarme la calle hacia el transmetro porque ya no aguanto la pierna, está que me mata, y las quinimil gradas de la pasarela son un reto sobrehumano por ahora.

Me cruzo por mi cuenta porque el oficial no está poniendo ni atención a sus pensamientos, y mucho menos está atento a quien pueda necesitar ayuda. Como puedo me atravieso frente a un mercedes que venía algo lento, y luego un toyota, creo, que no tuvo de otra más que desacelerar al verme cojear.

Logro llegar a la entradita que tienen allí, esa que dieseñaron para ayudarnos a los que nos cuesta subir gradas, pero mi sorpresa es que esa entradita está cerrada, qué digo, cerrada es poco, tiene al menos medio metro de alambre de cobre delgado enrollado entre la manija de apertura/cierre y la traba. Maldita sea. Quise gritar “policía, venga a abrirme acá”, pero la voz no me iba a salir ya de lo enfurecida que iba, y para variar me voltea a ver y nos miramos a los ojos y el descarado voltea rápidamente la mirada hacia su izquierda, como buscando qué hacer para ignorarme. Sentí cómo la furia ascendía hasta mi frente, y me guardé el grito de hijo de perra, no me ignore.

Entre mis conjeturas, y para enfurecerme más, me puse a pensar, estos infelices no me van a poner atención; pero no, no me voy a regresar. Hice unos ademanes un tanto vistosos, pero más furiosos que amistosos, para que alguien me viere. Y quién me ve, el poli, con su traje color verde chingalavista se acerca y con un tono pesado, malhumorado y de gordo pisado me dice:

- No, no, váyase.
- ¿Que me vaya?, mire, pero yo no puedo subir gradas.
- Ustedes se cruzan corriendo la calle y después no pagan allá arriba, y quieren que les abran y los dejen pasar.
- Mire usté, no sea inepto y ábrame la puerta que ya vengo esperando un buen rato a que me pongan a tención y ustedes sólo se hacen los mudos, si pudiera caminar con gusto me subo sus putas gradas, que no me cae mal el ejercicio.
- Hmmm.
- Qué no ve que tengo chueca la pierna, soy una señora honrada y no voy a estarlo jodiendo sólo porque sí.
- Vaya doña, pase.

Y yo ya como la gran chingada madre, no sólo me trata con el peor irrespeto posible, sino que se enoja, para qué pisados se mete de servidor público.
Hice la cola, con los humos hasta la cabeza, pero me lo tragué. Después de esperar unos veinte minutos en la parada llegó el bus más repleto que otra cosa, pero me subí como pude. Estaba en la parada del trébol, y ya iba camino hacia la parada de reformita, pero yo me bajo en las charcas para tomar el que regresa a la reformita, así camino dos cuadras menos; no es por huevona pero bien que me alivia caminar menos.

Gracias a Dios llego a mi casa, me recibe el perro, como siempre, y m’hijo no había encendido la luz de la calle, así que entré a oscuras. Salió a saludarme, andaba escuchando música en la computadora, como es ya su costumbre en la noche, en el féisbuc andaba también supongo.

Me quedé hablando con él y le conté cómo entristece ver que pasen esas cosas, le conté la anécdota, y se fue. Me cambié de zapatos, me puse chancletas, me quedé jugando con el perro que siempre se queda en mi cuarto cuando vengo de trabajar. Sentí el olor a orines de la gata que mi otro hijo no había limpiado, pero ya es costumbre, ahora me voy a preparar la cena.

lunes, octubre 25, 2010

Un poco más.

Ya hace tiempo que no escribo (aunque igual, escribo para mí).

Los hechos que han acontecido recientemente me han puesto un tanto melancólico y defraudado con el ritmo lógico de la vida, sí sí, yo sé que la vida es injusta y que los buenos mueren y que no todo tiene su recompenza y que en muchas cosas te esforzarás hasta que te salgan canas multicolores y que no obtendrás nada a cambio.. sí, la vida es injusta.

No me entra en la cabeza aún esa realidad, me entristece y sé que es hipócrita decirlo, pero a veces me siento indigno de mi vida.

Hace unos días iba de copiloto con anne, y un niño de unos 6 ó 7 años se acerca a la ventana y pues, fue triste, de verdad que lloré en mi interior, el niño era bien chulito, y cuando volteó a pedirnos dinero lo hizo con una sonrisa en la cara y dando un brinco... y pensar que debería estar estudiando y pasando su niñez de alguna manera menos explotada. No queda más que rezar y tratar de hacer lo posible por ayudar.

Y bueno, oficialmente se me fue "el feelin'" pFFFF.. estoy enojado pero no sé por qué grgr.. me desespera esa sensación en la que uno quiere no hablar pero lo hacen hablar.

Yo sé que hay otro montón de cosas hermosas y por las que debo dar gracias en la vida, el mismo hecho de la vida es para dar gracias, aún no entiendo del todo la situación humana en la que nuestra misma capacidad para hacer el bien nos permite hacer el mal, supongo que es el equilibrio, pero por qué jodidos el equilibrio no es equitativo, sólo agarra parejo.

Cambiando de tema repentinamente, se vienen exámenes finales, y la verdad no tengo gans de hablar de eso, no sé por qué lo saco a colación.

Al fin y al cabo soy yo y la gente que me rodea, mis familiares, amigos, conocidos están ahí, y es de aprovecharlos, uno nunca sabe cuándo le quebrarán el quetete a alguien (o a uno mismo), así que a encomendarme a Dios, a alcanzar mi sueños, a sobrevivir, a disfrutar del amor, la amistad y la alegría por donde se puedan hallar y a dormir.

Y sigo enojado, mal sentimiento para irse a dormir, aunque sé que por dentro estoy agradecido, sigo enojado.