Terminó después de nueve tazas de café, doce pirujos de jamón y de pollo, cincuenta y nueve abrazos, ciento treinta y dos veces pronunciada la palabra dios (aproximadamente), dieciocho marlboro rojo, un lustre, ocho trident de menta, no-sé-cuántas horas, y las lágrimas de la sirvienta en una esquina durante el velorio de mi abuela.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di algo, o nada.