martes, enero 09, 2018

Relato: "Ave".

Un ave posada en el extremo firme de una lánguida y difuminada rama cantó algunas notas irregulares, un tono complejo pero cargado gravemente con densas matices desesperadas. Aleteó fuertemente sin soltar el extremo firme de la torcida madera, doblándola en sentido opuesto a la que el viento ya forzaba la dirección de la crujiente rama.

El ave repitió el canto, repitió el aleteo y al quinto intento, cuando más simulaba soltarse de la rama y fluir con la voluntad de la niebla y el viento, se detuvo en un paroxístico arrebato de quietud y templanza. Estoica, el ave, en la irregular rama, quedó inmóvil, en silencio preternatural.

La rama pertenecía a un árbol de hábito otoñal, sin hojas, azulado, mate y opaco; con impresión triste, como abandonado por todo, inmerso en una solitud involuntaria, muerto para el ojo no entrenado. Plagado de texturas inexplicables, extrañamente móviles, una madera que parecía esponjosa y húmeda pero metálica y pulida también. Tapizado de daños animales, golpes climáticos, furias fúngicas y cicatrices cósmicas.

La vacuidad del cuadro donde yacía plasmada la fractalidad del otoño, del árbol y el ave me hizo entender, a modo de reflejo: un espejo pintado hace mucho tiempo, que esa vacuidad era yo. Una sensación presente que se manifestaba a través de estas herramientas conductoras de la mente que impregnaban la pintura.

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